Procrastinar consiste en posponer, aplazar o dejar pasar actividades o tareas que son importantes, aun teniendo el tiempo y los recursos para realizarlas. Se suelen sustituir por otras menos importantes y urgentes, simplemente por no querer enfrentarlas o por pereza.
La persona que procrastina idealiza el futuro más cercano, pensando que ya llevará a cabo lo que ahora no quiere hacer porque entonces tendrá el valor o se darán las condiciones.
Cuando se procrastina suele haber un problema importante detrás. Cuando estamos procrastinando significa que estamos apartando algo en vez de coger las riendas porque la situación puede ser dolorosa, incómoda, difícil o frustrante. Y es más cómo negar o evitar la tarea que pasar por ello.
La procrastinación no forma parte de tu manera de ser, ni tampoco se trata de tener más o menos habilidades organizativas. No. Procrastinar es más bien un problema interno de gestión emocional.
Cuando tienes que ponerte en marcha y te parece que tu jornada va a ser muy larga y tediosa quizá los pensamientos que resuenan en tu cabeza acerca de tu capacidad para llevar a cabo el trabajo son altamente negativos.
Es decir, dudas de ti misma, no te sientes capaz, solo pensarlo te provoca ansiedad y estrés…Si esto nos ocurre, estamos escondiendo la verdadera realidad y nuestro estado de animo está sufriendo las consecuencias.
Procrastinamos con más frecuencia de la que imaginamos, y aunque hay muchos ejemplos, seguro que estos te suenan:
En vez de empezar con el trabajo en cuestión, tenemos otras tareas más precisas. Tomar una taza de café, encender el ordenador, poner la silla a nuestro gusto, otra taza de café, ir al baño, sacar punta a un lápiz…lo que sea requiere toda nuestra atención.
Cuando tenemos que entregar un trabajo o prepararnos para una prueba que requiere nuestro tiempo y dedicación, empezamos a abrir ventanas del ordenador revisando las redes sociales, o entrando en esa web donde nos acabamos de acordar que queríamos comprar algo, luego cogemos el móvil para chatear un rato…El caso es siempre posponer lo importante.
Sabes que tienes que tener esa conversación. Sea para solucionar algún conflicto o porque están en juego tus intereses. ¿Cuántas veces te has dicho que de ese día no pasaba y al final no lo has llevado a cabo?
Por no enfrentarla, empiezas a tener toda una serie de pensamientos en los que te acabas convenciendo a ti misma de que en otro momento será mejor, más adecuado, irás con las ideas más claras… y así constantemente.
No hay una manera exacta y definitiva para no procrastinar. Sin embargo, saber cuándo está ocurriendo, así como hacer un cambio importante en la manera de pensar o la manera de ver aquello que te hace procrastinar puede ser un avance en la solución del problema.
Si después de todo lo que has leído te sientes identificada y aun poniendo toda tu intención no consigues dejar de procrastinar de manera adecuada, no te preocupes porque hay solución para todo.
Ponte en contacto con un especialista o profesional que te haga ver la realidad, que te enseñe herramientas y que resuelva todas tus dudas. Verás que en un tiempo récord consigues corregirlo. Eso sí, no lo dejes pasar, no procrastines más.